Museo El Dique: La joya escondida de la Bahía
4 C).- El Ave Fénix avvfénix.blogspot.com.es 04/08/2023
Cádiz fortificada.-Museo El Dique:La joya escondida de la Bahía diario DE CÁDIZ
El comprador pide barcos, pero también confesionarios para la Iglesia de San Agustín, butacas para el Falla y la estructura del Balneario de la Palma. Hasta el techo del Gran Teatro gaditanolo fabricaron los astilleros como ellos sabían: como el casco de un buque, pero puesto del revés.
Dos forjadores en un taller de Navantia
Hace un siglo más de 3.000 trabajadores
llegaban todos los días a este astillero para construir cruceros, pesqueros,
madereros, pontonas o fruteros. Lo que pidiera el cliente.
Pensando en aquellos años, gloriosos por
la abundancia de mano de obra, es fácil imaginar a cientos de hombres, colgados de un andamio como los de la emblemática foto de Charles C. Ebbets en Nueva York.
Fueron años de paternalismo obrero que
pretendía frenar la conquista de los derechos
de los trabajadores, construyendo junto al tajo un hospital, una escuela, el
hospicio... ¿Qué más se podía pedir? Que fueran a misa si era día de guardar.
Las salas recorren la historia de la
construcción naval
Es el primitivo recinto de la Compañía Trasatlántica que comienza con el dique de Carena, el dique civil más antiguo de España. En el recinto,
enorme, se oye el rumor de las olas y la algarabía de los turistas que
comprueban que, en algunos aspectos, el tiempo pasado fue mejor. Sorprende que
hubiera una línea Cádiz-Nueva York. Ya no cruza la bahía
el Magallanes, pero ahí está la réplica como prueba palpable de que aquí se
construyó y que desde aquí surcaba los mares.
Antiguo taller de forja
En este paraje industrial luce
restaurado el antiguo taller de forja, cubierto en su interior por los nombres
de todos los barcos que se han construido desde 1730 en Cádiz, San Fernando o Puerto Real.
Un millar de barcos, algunos tan
conocidos como el vapor de Matagorda (1920), que
durante muchos años trasladaba a los trabajadores; otros como el Juan Sebastián Elcano (1928) o el submarino de Peral, de 1889.
Pasear por el taller da una idea de
cómo ha ido cambiando la demanda en la
construcción de barcos. Unos pedían dragaminas, petroleros, frigoríficos,
gabarras. En otra época guardacostas, graneros, ferries y gaseros. Y bulkarries
y cementeros y patrulleros y buques hidrográficos. Dos siglos han dado para
mucho. Su punto álgido fue en 1982, cuando 5.300 personas trabajaban para la
actual factoría de Puerto Real: 4.312 eran de su
propia plantilla y 1.168 de la industria auxiliar.
Interior de la Capilla de Matagorda
Tras el taller, sorprende lo que fue el
comedor de los trabajadores, la antigua escuela, el botiquín, todos los
edificios básicos de esta gran ciudad que tenía como razón de ser la construcción naval. Y la capilla, un homenaje al primer marqués de
Comillas.
El depositario de toda
una memoria
El edificio que explica la historia del
recinto es el antiguo cuarto de bombas, el Museo El Dique, con varias salas que cuentan y que muestran maquetas, herramientas,
fotografías y documentos relacionados con la construcción naval, la vida de los
trabajadores y la evolución de la ciencia.
Basta mirar el traje de buzo que muestra el museo y que data de 1920, para
comprender cómo han cambiado las cosas y todo lo que fueron capaces de hacer
aquellos hombres y mujeres con unos medios técnicos tan rudimentarios.
Traje de buzo de 1920
El museo es hoy el depositario de toda
la memoria y la documentación de los astilleros que han ido cerrando en España. Y tiene como tarea la aventura de
explicar a los gaditanos la memoria de sus bisabuelos, y a los visitantes, lo
que fue la joya de la industria naval española.
Pinceladas de humor
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