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Pasen
y lean, pero no tomen asiento si no son socios. La verdad en la Feria es una
cornucopia difícil de interpretar, pero en la que todos se miran.
Una
mujer de flamenca por el real de la Feria. / BELÉN VARGAS
CARLOS NAVARRO ANTOLÍN22 Abril, 2023 - 04:00h
52) El Ave Fénix avvfénix.blogspot.com.es 22/04/2023
Las diez verdades sobre la Feria de Sevilla Diario de sevilla LA CAJA NEGRA
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1.
La Feria
es la gran fiesta de las relaciones sociales, pero eso no quiere decir que no
se pueda vivir en clave malaje o en versión fina y fría, que cada cuál elija la
expresión que le resulte más oportuna. No tiene por qué hartarse de dar
barzones ni de regalar abrazos. No es necesario sobreactuar. Ni siquiera es
obligatorio beber o bailar. Hay muchas formas de vivir la Feria que no son
jaraneras, lo que ocurre es que pasan desapercibidas. En definitiva, hay muchas
ferias posibles dentro de una única Feria. Es una fiesta muy regulada, muy
acotada en un espacio, y al mismo tiempo ofrece un amplio margen de libertad. No hay orden del día, no hay programa de
actuaciones. Solo el verbo estar debidamente conjugado con el de aparentar.
2.
El arte
de la ausencia también se ejerce. No acudir a la Feria es otra forma
de vivirla. De
la Feria no se puede pasar aunque no se vaya porque la ciudad baja el ritmo de
todo. Se quiera o no, la Feria se nota de una u otra forma. Las calles del
centro son una delicia estos días, con la particularidad del ambiente taurino
concentrado en las calles del Arenal. Los comercios y templos siguen abiertos.
Y, por supuesto, salir de Sevilla es una opción muy valorada a partir del
miércoles, cuando los colegios ya cierran y muchos sevillanos han disfrutado (o
no) de la cena del alumbrado y de tres jornadas de fiesta en el real.
3.
Enviar a
los amigos, conocidos o allegados la dirección de la caseta no es invitar.
Notificar la calle y el número por un mensaje de WhatsApp no sirve
realmente para nada, a no ser que usted tenga menos vergüenza que un gato en
una matanza y se presente en la susodicha caseta sin más. O está el socio para recibir al
invitado o estamos ante una invitación marcada por la ojana. Eso del “pásate” es un verdadero camelo. El
anfitrión de verdad se preocupa de dejar claro el día y la hora en que recibe
en su caseta, término que procede de casa. Presentarse en una caseta sin avisar
o, mucho peor, sin haber sido invitado es, cuando menos, una ocurrencia. Tomar
asiento y permanecer en la zona noble sin estar el socio es una suerte de
allanamiento que puede acabar mal si otros socios se dan cuenta de que a usted
le falta cobertura... Tenga siempre presente que hay socios que tienen
perfectamente contadas las mesas y sillas de la caseta y que hacen su
particular triaje cuando
accede personal desconocido. En un plisplás descubren quién viene invitado por
quién.
4.
Mucha
precaución con quienes viven la Feria pendientes de los demás. Es un perfil de feriante que asiste al real
y enfoca todo en función de lo que hace el prójimo: cómo se visten los otros,
cuánto gastan los otros, cuántos días acuden a la Feria los otros, con quiénes
bailan los otros... Dentro de este tipo de feriante que se envenena el vientre
hay una subespecie mediática que lleva la cuenta de las veces que
otros salen en las fotos. En realidad quieren salir ellos en las imágenes, cosa
que no admiten nunca, pero no lo consiguen por diferentes motivos que se
barajan entre la absoluta falta de relevancia social y cuestiones de estética.
Recuerde que hay quienes dicen eso de ser más feo que la trasera de una caseta.
No todo es belleza en la Feria. El feriante pendiente de terceros es
absolutamente nocivo. En el fondo sufre muchísimo. Es un pájaro que necesita
del alpiste diario que consiste en llevarle la vida al de al lado a través de
las redes sociales y fotografías del estado de WhatsApp. Este feriante debe ser detectado y
evitado con urgencia. Es una especie de Grinch que
odia la Navidad, pero en versión Feria de Abril. En vez de rebujito parece
estar tomando vinagre. Y se les acentúa la cara de trasera de caseta.
5.
No se
mosquee con el camarero, porque están ya como los fontaneros: encontrar uno es
un verdadero reto. Si dicen que los cuadros de mando adquirieron una posición
de fuerza con la crisis de 2008, los camareros la tienen toda en la Feria de
2023. Así que cuídelos, porque, como siempre defiende Rafael Carretero, hay que
tener claro quiénes hacen la Feria. Sin camareros no hay paraíso en la
ciudad de lonas y farolillos. Y eso incluye a cocineros y a todos los que trabajan en el
real. Este año es el de los que hacen que la caseta funcione en la práctica.
6.
No se
meta en debates sobre la mudanza de la Feria. No hay bolsillo ni cuerpo que
aguante una celebración de sábado a sábado con mil casetas. ¿Cómo los habría si
se duplicara el real? A partir del viernes viviremos una suerte de Feria vaciada que
algunos se niegan a reconocer. Seamos realistas. El debate sería en todo caso el de recuperar
el comienzo la noche del lunes, volver a la Feria de martes a domingo. El
denominado formato largo fue una concesión al turismo entonces emergente y ya
absolutamente invasor y depredador. Por cierto, ¿cómo se las apañarán en la
Feria los turistas que hace colas en los restaurantes del centro para comer o
cenar?
7.
Vigile la
cuenta de gasto en la caseta. Pague al retirar las consumiciones. El verbo
apuntar es muy peligroso estos días. No diga nunca la frase maldita: “Me
lo apunta a la cuenta”. No
hace falta ejercer de socio interventor, pero sí tomar una medidas mínimas de
control. Cuando usted paga todo lo apuntado durante el día –no digamos si se
trata del último día de la Feria– no recuerda el peso del marisco servido, ni
las botellas exactas bebidas, ni se acuerda de los platos de jamón que pidió el
amigo de su cuñado. Se tiene que creer lo que le cuenta el encargado como los
Dogmas de la Iglesia. Recuerde la enseñanza del maestro al pequeño
karateka. Dar cera,
pulir cera. Pues pedir y pagar, pedir y pagar, pedir... y
pagar.
8.
Los
buenos feriantes no suelen reconocer que lo son. El amor a la Feria no se suele
pregonar. La Semana Santa se lleva todas las pasiones públicas, pero el
sevillano es cicatero a la hora de proclamar su entusiasmo por esta fiesta. Por
eso usted debe fijarse bien en quiénes ejercen de feriantes empedernidos. Los
hay a manojos. Ninguno dice la gran verdad que tienen clara desde la noche del
alumbrado: “Iré todos los días a la Feria”. Con la Feria ocurre como con el dinero ganado en la lotería. Se
oculta. No se canta. Ni mucho menos se exalta.
9.
Las
trastiendas son verdaderas saunas en
las ferias de calor. Tenga cuidado porque las predicciones apuntan a mediodías
insoportables. Y la gente se cree eso de los desodorantes que duran 48 horas. Y
hasta 72. Todo el mundo busca la corriente de aire de la refrigeración (casetas
de postín) o del ventilador (casetas de tiesos). Del calor se sale, pero es más
complejo hacerlo de una gastroenteritis. Evite alimentos de riesgo o acabará
llamando a Facua. Cuidado con las mariscos, que siempre se deben evitar por la
suciedad que generan en la mesa, aunque hay gente capaz de estar horas y horas
delante de una montaña de cáscaras y bigotes. Se necesita un buen servicio de camareros
y toallas higiénicas para comer marisco sin dar el espectáculo. Al quitarle la cabeza a la gamba o
el langostino tenga cuidado de no proyectarle líquido al que está enfrente
perfectamente trajeado y encorbatado. La Feria es un sitio fotogénico, pero polvoriento y con
tendencia a la suciedad, al que se acude emperifollado. Las contradicciones de
la ciudad... Beba mucha agua y no se haga el duro a base de renegar del
rebujito y tomar solo vino.
10. Las recepciones son un horror porque te
encuentras con gente que pega codazos al mezclar el ocio con el negocio y se
sufre a individuos interesados en construir su propia mentira a base de fotos
que difunden una presunta complicidad con gente supuestamente influyente. Si
tiene ocasión y ganas de vivir esa Feria oficial, hágalo. ¡Viva la libertad...
y la oportunidad! La Feria es una suma de mentiras de las que, por supuesto, se
puede y hasta se debe disfrutar. ¡Adelante! La gran verdad de la Feria son sus
mentiras casi piadosas. La
Feria es la atracción del gusano que sube y baja la lona para dejar ver o
tapar, son los trajes que crean talles imposibles o señoríos de pastiche y son
tiesos en coche de caballos prestados. Tal vez la Feria sea el placebo que
necesita la ciudad para sobrevivir a sus males endémicos. Si de pronto tiene la
suerte de verse en una buena tertulia en una caseta, disfrútela al máximo. Esos
son los mejores momentos.
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