La
procedencia de este artículo queda reflejada en el primer párrafo,
recientemente me he suscrito a recibir este newsletter y leyendo este primero
estoy muy contento de haberlo hecho, si otros posteriores son por el estilo o
parecidos ha sido un gran acierto. Todos aquellos que en mi opinión sean
interesantes los voy a incluir completos en este Blog, para mí que son de esas lecturas
que es aconsejable leer de vez en cuando, y siempre te benefician.
La herencia
de la maestra. PILAR ÁLVAREZ |
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selecciona historias positivas, con las que aprender, entretenerse y, sobre
todo, con la que intentaremos que tu semana sea un poquito mejor. Si te han
reenviado este boletín y quieres recibir los próximos en tu correo, puedes apuntarte aquí. Hola, ¿qué tal estás? Espero que hayas empezado
muy bien la semana. Y, si no, a ver si te podemos animar. Hoy comienzo esta
carta con una historia de bondad desinteresada de esas que no suelen salir en
los periódicos. La última voluntad de Clementa Se llamaba Clementa Soria, era maestra de Infantil en Zaragoza y
puso por escrito antes de morir que quería dejar en herencia todo lo que
tenía para que se destinase a la investigación. Nada menos que dos millones
de euros que la mujer había conseguido juntar a lo largo de su vida gracias
al patrimonio que heredó de sus padres -unas tierras a las afueras se
revalorizaron y les permitieron comprar unos inmuebles-, su buen ojo para las
inversiones y su vida sin lujos con un sueldo de funcionaria. Clementa falleció por un cáncer de páncreas en diciembre de
2021, pocos días antes de Nochebuena, cuando habría cumplido 76 años. La
donación de esta maestra, más una aportación del Gobierno de Aragón, servirán
para construir una sala blanca en el hospital Miguel Servet para
crear células CAR-T, que son células modificadas genéticamente en un
paciente para que detecten y ataquen a células tumorales. La investigación de
estas células salvadoras es aún muy incipiente, pero gracias a Clementa, se
podrá avanzar un poco más. Me acordé de Clementa y de su maravilloso gesto mientras leía
este fin de semana la entrevista al
psiquiatra Robert Waldinger, actual
director de un estudio de Harvard que dura ya 85 años y que busca responder a
las preguntas sobre el sentido de la vida. A lo mejor te suena porque
hablamos de ese estudio hace un par de semanas en esta carta ("¿Qué nos hace
felices? Spoiler: no es
el dinero", se titulaba). Me
gustó esta respuesta del doctor Waldinger: P. ¿Qué es
para usted la felicidad? R. Para mí es participar en actividades llenas de significado
y estar conectado con personas que me importan y que se preocupan por mí. Parece sencillo, ¿no? Te dejo aquí la historia completa
de la maestra Clementa y el resto de
la entrevista a Waldinger. ¡Vamos, que
ya es martes! |
Robert Waldinger, psiquiatra
ASER GARCÍA
RADA Periodista
PSICOLOGÍA. Robert
Waldinger, psiquiatra y autor del libro 'Una buena vida', fotografiado esta
semana en Madrid SANTI
BURGOS
Robert Waldinger,
psiquiatra: “La felicidad depende de lo que nos falta”
El experto es el cuarto director de un
estudio de Harvard, que dura ya 85 años, sobre qué da sentido a la vida, y
autor del libro ‘Una buena vida’
ASER GARCÍA RADA 15 ABR 2023
- 05:20 CEST
En casa de Robert Waldinger (Omaha, EE UU, 72 años) no parece
haber cuchillos de palo. Como director de uno de los estudios más
prolongados jamás realizados sobre qué da sentido, felicidad y salud a nuestras
vidas, sabe aplicarse “su propia medicina” y lo demuestra con
afabilidad. Ha venido a España para promocionar Una buena vida (Planeta),
obra coescrita con Marc Schulz, director asociado de The Harvard Study of Adult Development [El Estudio de Harvard
sobre el Desarrollo de los Adultos], en la que desentrañan las claves de una investigación que dura
ya 85 años y de muchas otras que orientan a lo que ni ellos mismos esperaban.
No es el dinero, el éxito profesional o los viajes a paraísos tropicales. Son
las relaciones con los demás lo que determina que estemos más o menos
satisfechos con nuestra vida y, en buena medida, lo que esta dure.
Sus predecesores partieron en 1939 de dos investigaciones
independientes: una en 268 estudiantes de Harvard —entre ellos, un tal John F.
Kennedy— y otra en 456 adolescentes de barrios marginales de Boston. Todos
varones, todos blancos. Los han visto crecer, morir y, con el tiempo, han
incluido a sus parejas y su descendencia. A todos les realizan cuestionarios y
visitas periódicas que escarban en sus avatares, sus miedos más profundos, sus
alegrías, sus relaciones, así como análisis diversos o resonancias cerebrales.
“La
vida no puede ser trabajar toda la semana e ir el sábado al supermercado”
Como los investigadores envejecen tanto como los sujetos de
estudio, Waldinger es ya su cuarto director. Vive en Boston con su mujer, con
la que lleva casado 37 años. Aunque ya conocía Madrid porque uno de sus dos
hijos dio clases de inglés en Valdemoro, ha aprovechado para visitar el Prado y
pasear por el Retiro. Es maestro zen y quiso ser actor, pero la psiquiatría le
daba menos disgustos. La entrevista, organizada por la editorial, tiene lugar
en un céntrico hotel de la capital. Acostumbrado a charlar sobre su trabajo
(su TED Talk va para 45
millones de visualizaciones), es jovial y concreto. Solo toma una larga pausa
para responder a la última pregunta.
Pregunta. Siguen a toda la gente que participa en el estudio durante
décadas, saben lo que votan, tienen su ADN, ven su cerebro… Parece un Gran
Hermano en profundidad.
Respuesta. Muy en profundidad. La mayoría de las investigaciones son
instantáneas, solo se mira un punto en el tiempo. De hecho, el 97% de la
investigación sobre la vida humana se hace estudiando algo puntual. La
investigación longitudinal es una tarea mucho más profunda y complicada. La
mayoría de los estudios longitudinales se detienen antes de los 10 años porque
se acaba la financiación, los directores se cansan… El hecho de que esto haya
durado 85 años es inaudito.
P. Imagino que es
complejo tener tantas variables para analizar.
R. Absolutamente. Una cosa que no debemos hacer es lo que
llamamos en inglés una expedición de pesca, estrujar un montón de números para
ver si se pueden encontrar resultados estadísticamente significativos. Y
entonces dices, ¡oh, esto es significativo! Debemos tomar precauciones para asegurar
que nuestros resultados no son fruto de la casualidad.
P. ¿Qué se siente al abrir el dosier de una persona y
encontrar en un puñado de hojas toda su vida?
R. Sientes que la vida pasa muy rápido, puedes recorrer una vida
del principio al final en cinco minutos. Pero también te llena de humildad. Es
un gran privilegio ver así cómo se desarrolla una vida, es lo que me atrajo de
esta investigación. Mi predecesor, George Vaillant, era el tercer director y me
preguntó si quería hacerme cargo del estudio. Yo no estaba seguro porque es muy
complicado, pero me dijo “ven a la oficina y lee dos historias vitales”. Cuando
lo hice tuve claro que quería dedicarme a ello.
P. ¿Qué es para
usted la felicidad?
R. Para mí es participar en actividades llenas de significado
y estar conectado con personas que me importan y que se preocupan por mí.
P. ¿Varía la
percepción sobre qué es la felicidad entre diferentes personas?
R. Lo que llamamos felicidad depende de qué necesitemos. Si
vienes de un entorno muy inestable, quizá para ti la felicidad sea la
estabilidad. Si vienes de uno muy aburrido, quizá sea la emoción. En parte
depende de lo que nos falta. Pero la investigación sugiere que la felicidad se
enmarca en dos grandes categorías. Una es hedónica: ¿me lo estoy pasando bien
ahora mismo?, ¿estoy disfrutando este café? La otra es el bienestar eudemónico,
que proviene de Aristóteles y tiene que ver con la sensación de que la vida
tiene sentido, de que merece la pena.
Robert Waldinger,
durante la entrevista.SANTI BURGOS
P. ¿Hay diferencias entre cómo sienten su felicidad los
hombres y las mujeres o las personas de distintas edades?
R. No creo que en las mujeres y los hombres sea diferente, ni
siquiera entre los grupos de edad. Lo que sabemos es que todo el mundo quiere
algo de ambos tipos de felicidad. Todos queremos algo de placer momentáneo y
nadie quiere sentir que su vida no tiene sentido. Pero priorizamos un tipo de
felicidad u otra dependiendo de cómo nos encontramos y, quizás, del momento de
nuestra vida. Se piensa que muchos adolescentes prefieren el bienestar
hedónico, pero no estoy seguro. Lo que sí sé es que ambos tipos de bienestar
son importantes para la mayoría de las personas, pero en grados diferentes.
P. ¿Sus conclusiones serían diferentes si el estudio hubiera
partido de una muestra de población más representativa?
R. Los resultados, las cifras, habrían sido diferentes. Pero
lo que pregunta es si las grandes conclusiones serían diferentes. No publicamos
algo que podría ser solo idiosincrásico de nuestro estudio. Por ejemplo, el
gran hallazgo de que las relaciones nos hacen más felices y nos mantienen más
sanos. Si sólo lo hubiéramos encontrado nosotros, nunca habríamos escrito un
libro sobre ello. Pero otros equipos han encontrado lo mismo en diferentes investigaciones,
en colectivos menos privilegiados, en diversos grupos raciales y culturales en
todo el mundo. Como tantos estudios diferentes apuntan en la misma dirección,
podemos confiar en nuestros resultados. Dicho esto, siempre hay lugar para las
sorpresas, para descubrir que estábamos equivocados.
“Todos queremos algo de
placer momentáneo y nadie quiere sentir que su vida no tiene sentido”
P. Inciden en la importancia de las relaciones de pareja, ¿cómo se
aplica eso en la era de la soledad y de las
relaciones no convencionales?
R. No hace falta estar en pareja o tener una relación romántica
para obtener beneficios. Estos parecen provenir de la calidez de la conexión,
del sentimiento de pertenencia, de la sensación de interacción positiva. Se
obtienen de los encuentros amistosos con quien te sirve el café o quien te
entrega el correo. Y, sin duda, de los amigos, de los parientes. Creo que en EE
UU el 30% de las personas viven solas, pero muchas son bastante felices. No
tienen una pareja romántica, pero tienen relaciones que les proporcionan lo que
necesitan.
P. ¿Cree que algunas personas pueden sentirse culpables por no
reforzar lazos con amigos o familiares, como recomiendan?
R. Siempre hay lugar para sentirse culpable, ¿verdad? [ríe].
Hay tantas cosas que nos dicen lo que debemos hacer, cómo debemos vivir, qué
debemos comer. Hay tantos “debería” flotando en nuestra cultura… Además,
algunas personas son tímidas, introvertidas y no necesitan mucha interacción
social, así que no deberían relacionarse mucho porque les resulta estresante.
Es una cuestión muy individual. Lo que esperamos es concienciar sobre la
importancia de las relaciones, más que decir “tienes que hacer esto”. Ayudar a
ver que centrarse en ellas puede ser una fuente de bienestar.
P. Menciona las pequeñas relaciones cotidianas, pero en España, por
ejemplo, los bancos cierran oficinas, reducen sus franjas para atender en
persona y fomentan que haya que pedir cita. ¿Qué le diría a quienes gestionan
ese tipo de empresas?
R. No sé qué decirles porque sabemos que es menos costoso dejar que
la tecnología se encargue de estas interacciones, pero es mucho menos
satisfactorio. ¿Ha llamado alguna vez a una línea de atención al cliente? Es
dificilísimo hablar con un ser humano. Esta tendencia preocupante de la
economía nos está llevando hacia una mayor desconexión. Mucho va a depender de
lo que la gente termine exigiendo. En EE UU, todo el mundo compra sus libros en
Amazon o compras libros electrónicos que descargas en tu teléfono. Pero ahora
hay un resurgimiento de las librerías independientes porque a la gente le gusta
ir a ellas, hablar con el propietario, tocar un libro, hacer preguntas sobre
él... Puede que, cuando la gente empiece a echar de menos este tipo de
interacción, lo demande. En EE UU hay empresas que anuncian que “si nos llama,
le atenderá una persona en 30 segundos”. Ese plus podría convertirse en una
fuente de ingresos para invertir esta tendencia. Depende mucho de lo que la
gente esté dispuesta a pagar.
“En EE UU el
30% de las personas viven solas, pero muchas son bastante felices aunque no
tengan una pareja romántica”
P. El libro no menciona nada sobre las profundas relaciones
que podemos establecer con animales no humanos, como los gatos o los perros.
¿Por qué?
R. No lo hemos estudiado, antes las mascotas estaban en un segundo
plano. Ahora
se entiende mejor que son fuentes de bienestar, que nos cuidan tanto
como nosotros a ellos. Creo que la próxima vez preguntaremos sobre ello.
P. En contra de la creencia popular, explican que no podemos
hacer más de una cosa a la vez y subrayan lo saludable de centrar la atención.
¿Cómo lo hacemos ante la sobreabundancia de estímulos?
R. Hay un buen estudio que demuestra que incluso si el
teléfono está apagado o dado la vuelta, pero sobre la mesa, las conversaciones
son menos profundas [recoge su móvil y lo guarda en su bolsillo; el
entrevistador también lo retira]. El
mero hecho de tener una pantalla presente significa que es menos probable que
estés totalmente comprometido con otra persona. Creo que se trata de
ser conscientes de las cosas que nos alejan del otro. Piense en todas las veces
que estamos en restaurantes y ve una mesa entera de gente sentada y todo el
mundo está con su teléfono. Especialmente si es gente joven, muchas veces no
hablan entre ellos, se están mensajeando. Es como una sustitución completa de
la interacción cara a cara. Y estas pantallas no van a desaparecer, así que la
cuestión es si podemos ser más más conscientes de sus efectos.
P. ¿Cómo nos influyen?
R. Los programas informáticos están
diseñados para captar nuestra atención y retenerla porque cuanto más tiempo
centren nuestra atención, más dinero ganan. Les interesa mantenernos cautivos e intentamos concienciar
sobre ello. Hay muchas otras personas influyentes que intentan concienciar
sobre la necesidad de desengancharse deliberadamente de las pantallas para que
podamos prestarnos atención unos a otros. Pero requiere un gran esfuerzo porque
cada vez nos sentimos más atraídos a evitarnos, suena deprimente.
P. También destacan que la generosidad, la curiosidad y la
flexibilidad para adaptarnos están vinculadas a la felicidad, lo que algunas
personas pueden considerar ingenuo.
R. Se ha demostrado en experimentos rigurosos que la
generosidad hace más feliz a la gente. Además, todas las tradiciones de sabiduría o religiosas —yo
practico el zen y el budismo— hablan constantemente de bondad y generosidad.
Durante siglos la gente ha comprendido que en realidad funciona así. No es
ingenuo, es como funcionan las cosas. Y la gente que es más egocéntrica es
menos feliz. Hay una cita del Dalai Lama que me encanta: “El sabio egoísta
cuida de los demás”. Significa que preocuparse por otras personas te trae
alegría, bienestar. Y puedes entrenarte para ello. La curiosidad y la
amabilidad hacia los demás también nos hacen felices.
“En EE UU hay
empresas que anuncian que le atenderá una persona en 30 segundos. Ese plus
podría convertirse en una fuente de ingresos"
P. ¿Y la espiritualidad o
las creencias religiosas?
R. En estudios de este tipo o en nuestra investigación,
cuando comparamos a personas con creencias religiosas o espirituales con
quienes no las tenían, un grupo no resulta más feliz que otro. Las personas que
sí las tenían, las encontraban reconfortantes en tiempos difíciles, pero no
eran más felices en promedio. Puedes encontrar estudios que muestren cierto
aumento de la felicidad o el bienestar de las personas religiosas, pero también
otros que no.
P. Declaró a The
Guardian que quería ser actor, pero que lo dejó porque no podría
soportar los rechazos. ¿Cómo afecta a nuestra felicidad perseguir un sueño o
abandonarlo por el motivo que sea?, ¿cuál es la elección sabia?
R. Es una buena pregunta. A mí me encantaba hacer teatro, lo
disfrutaba mucho. Actué y dirigí cuando era estudiante. Pero cada vez que
recibíamos una mala crítica, cuando al crítico no le gustaba la obra o no le
gustaba yo como actor, me sentía tan mal que pensaba, “me va a doler una y otra
vez, no sé si alguna vez me voy a acostumbrar”. Tenía un sueño, pero pensaba
“probablemente no va a ser bueno para mi bienestar, voy a sufrir mucho”, y
encontré otras cosas que realmente disfruto, como este trabajo. Un amigo
director de teatro les dice a los actores jóvenes: no ejerzáis esta profesión a
menos que no haya otra cosa que podáis hacer. Ya sabes, abandona el sueño si
puedes encontrar otro y creo que la mayoría de nosotros puede. Si no, si esto
es lo único que puedes hacer con tu vida, tienes que hacerlo.
“Los
programas informáticos están diseñados para captar nuestra atención. Les
interesa mantenernos cautivos”
P. ¿Cómo le ha
influido dirigir este estudio?
R. Me ha hecho prestar más atención a mis propias relaciones. Soy
profesor universitario, podría trabajar todo el tiempo, leyendo, escribiendo,
enviando correos electrónicos. Cuando mis hijos crecieron, se marcharon y no
venían a decirme “ven, haz esto conmigo” o “llévame a este sitio”, me di cuenta
de que podría trabajar sin parar y que mis relaciones no irían bien. Empecé a
prestar más atención a contactar con mis amigos, a sacar tiempo, incluso
durante la pandemia, para salir a pasear. Así que eso es lo primero que hago y
luego, cuando tengo tiempo, reviso el correo electrónico, edito un artículo...
He intentado, como decimos en inglés, tomar mi propia medicina, practicar lo
que predico.
“La curiosidad y la
amabilidad hacia los demás también nos hacen felices”
P. ¿Qué le diría al
próximo director del estudio?
R. Le diría… sigue abriéndote a que te sorprendan. Se pueden
hacer investigaciones casi sabiendo lo que vas a encontrar, haciendo preguntas
con respuestas predecibles y publicarlas. Pero algunos de nuestros
descubrimientos más interesantes se han dado porque nos sorprendieron. De
hecho, este hallazgo sobre las relaciones no lo creíamos al principio. Sabíamos
que las buenas relaciones podían hacernos más felices, pero ¿cómo podían
reducir tus probabilidades de sufrir enfermedad coronaria? Así que empezamos a
hacer mediciones más exhaustivas del funcionamiento del corazón y estudios de
los fenómenos epigenéticos relacionados con el estrés. Intentamos seguir
jugando con la forma en que hacemos la ciencia.
Es periodista 'freelance' especializado en información sobre
salud, pediatra y doctor en Medicina por la Universidad Complutense de Madrid.
Ha colaborado con medios como Público o elDiario.es. En la actualidad escribe
en EL PAÍS, la Agencia SINC y The BMJ.
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