avvfénix.blogspot.com.es 26/04/2020
Se reproduce literalmente este artículo del periódico El Español firmado por su director Pedro J Ramirez por considerarlo brillante y ajustado a la realidad, para que se conserve en este blog como parte de su historia.
Carta del Director CARTA DEL DIRECTOR
En ese Titanic vamos todos
Pedro
J. Ramírez @pedroj_ramirez 26 abril, 2020 02:24
No por
manida, la metáfora del Titanic deja de impresionar. Casado
culminó con ella el miércoles una réplica parlamentaria cargada de intensidad:
el coronavirus es el iceberg, del que sólo hemos visto la parte emergida; y Sánchez,
el capitán que, como el barbudo Edward John Smith, no fue capaz de
evitar el choque y asiste impotente al hundimiento del barco de su gobierno,
empeorando hora a hora las cosas con torpes maniobras contradictorias, sin tan
siquiera ser capaz de gestionar adecuadamente el salvamento del pasaje.
El líder de la oposición mostró su loable
sensibilidad hacia los fallecidos, tras la tremenda colisión, forzando a Meritxell
Batet a aceptar el minuto de silencio en su memoria, e hizo un completo
repaso de los garrafales errores de Sánchez en la tardanza en decretar el
estado de alarma, la imprevisión en la compra de material, la desprotección de
los sanitarios, la adquisición de partidas defectuosas, los chanchullos de los
intermediarios, los bandazos sobre las mascarillas, las omisiones en el cómputo
de víctimas, el aún no iniciado estudio epidemiológico, los cambios de criterio
sobre la salida de los niños y la ausencia de una hoja de ruta clara para la
vuelta a la actividad. Tampoco faltaron adecuadas críticas a las amenazas a la
libertad de expresión que traslucen la pregunta del CIS, proponiendo una
"única fuente" de información sobre la pandemia, y la ambigua
instrucción de la Guardia Civil para contrarrestar en las redes la
"desafección a las instituciones del Gobierno".
Hasta ahí,
todo perfecto. Esa es la labor del líder de la oposición y en la gran mayoría
de sus denuncias tenía más razón que un santo. Por mucho que en otros países
también se estén haciendo similares reproches a gobiernos de diverso pelaje, España
está batiendo los peores récords. Además, a diferencia de lo que ocurre con Vox,
nadie puede achacar al actual PP hipocresía o doblez cuando defiende la
libertad de prensa.
El problema
de Casado es que, en ese barco que se hunde, lastrado ya por los 23.000 o más
bien 35.000 féretros que lleva a bordo, no viaja solo el capitán Sánchez con
sus cuatro primeros oficiales en el puente de mando y su Gobierno "social
comunista", como dicen sus flageladores, ejerciendo de tripulación. El
problema es que en ese barco viajamos los 45 millones de españoles que seguimos
amenazados por el doble riesgo de perder la salud o la vida y quedarnos sin
empleo, sin ingresos y sin patrimonio.
A falta de
cualquier mecanismo legal que permita sustituir a este Gobierno por otro y
dando por no escuchada la consigna de "elecciones ya", pues no hay
reiteración que blanquee una sandez, Casado está atrapado en un conflicto de
suma negativa. No hay manera de ayudar a la nación en su conjunto sin ayudar a
Sánchez, mediante la mano tendida de los pactos que requiere. Y, sensu
contrario, no hay manera de dejar que Sánchez se hunda, como tal vez merezca,
sin que España entera se vaya a pique.
Den por
seguro que su determinación a aferrarse al poder le llevaría a honrar la
tradición de que el capitán es el último en abandonar el barco. O sea, cuando
ya estemos en el fondo del océano y el coste en todos los órdenes sea tremendo
e inexorable.
Es en una
encrucijada así cuando se pone a prueba el patriotismo reflexivo que debe
caracterizar a todo hombre de Estado. También cuando se calibra la inteligencia
política de quien puede invertir en su futuro, renunciando a sacar provecho
inmediato de este calamitoso presente y aplazando por lo tanto el ajuste de
cuentas con Sánchez. En definitiva, cuando toca hacer notar a la opinión
pública que Casado no es una versión menos ofuscada del oportunismo de Abascal.
***
Tal y como
pronostiqué, a medida que avanzan las semanas, Sánchez necesita más
acuciantemente el oxígeno político de los pactos. No tanto para diluir sus
culpas e incertidumbres -que también- sino, sobre todo, para poder generar la
confianza interior y exterior que requiere la reconstrucción.
En ese barco
viajamos los 45 millones de españoles que seguimos amenazados por el doble
riesgo de perder la salud y quedarnos sin empleo y sin ingresos.
La
importante concesión que hizo el lunes a Casado, al aceptar transformar sus
rimbombantes "nuevos Pactos de la Moncloa" en una comisión
parlamentaria de protagonismo compartido, a la que el PP llegará con la
zanahoria en una mano y el palo en la otra, demuestra que su disposición a la
búsqueda de acuerdos es sincera.
Es verdad
que a la fuerza ahorcan, pero lo que en definitiva Sánchez nos está diciendo es
que prefiere verse colgado en el árbol de las concesiones a la derecha
democrática y los empresarios que en el de la huida hacia delante con Iglesias
y sus socios separatistas de investidura. Como por cierto, nunca me cansaré de
insistir en ello, prefería el abrazo con Rivera a la repetición de
elecciones que le abocó al pacto del insomnio.
Pues bien,
ahora que el don Juan de la Moncloa ha roto mi pesimista estereotipo del
pasado domingo y ha empezado a cortejar en serio a doña Inés, hasta el
punto de proporcionarle la trascendental baza del "en tu casa o en la
mía", no debería haber margen para achares y melindres. El tiempo apremia.
Es hora de
que Casado capitalice el éxito de la asunción de su formato e impulse ese
ámbito de discusión y encuentro, con el máximo vigor posible, porque si pone a
funcionar los talentos de quienes le rodean y embalsa sus emociones, tiene a su
alcance atraer a Sánchez hacia una nueva mayoría parlamentaria.
Esa hubiera
sido la desembocadura lógica de su intervención del miércoles y resulta inquietante
que los floridos campaneros de Génova, tan rápidos para dar sonoros
titulares, le estén dejando la iniciativa al PSOE. Para el PP es nefasto
que sean Susana Díaz, Gabilondo e incluso Rita Maestre
quienes salgan con la mano tendida al encuentro de sus dirigentes, allí donde
gobierna el centro derecha, y en cambio Casado no termine de arrancar en su
viaje hacia el consenso, aunque haya votado -todo hay que decirlo- en los
momentos clave con el Gobierno.
No sólo nos
jugamos la eficacia sanitaria ante la pandemia y el ritmo y la intensidad de la
reconstrucción económica, sino el propio modelo de sociedad hacia el que vamos.
En los próximos días va a ser decisivo dónde pongan sus ojos y sus oídos Pablo
Casado y su círculo de confianza porque los resultados serán unos si atienden
las recomendaciones ponderadas de la CEOE, los grandes empresarios con
proyección internacional, los sectores profesionales, las organizaciones de
autónomos, los expertos en demoscopia, los analistas financieros y los contados
medios que seguimos defendiendo la transversalidad de la tercera España. Y muy
distintos si se dejan arrastrar por la furia incendiaria de los Savonarola
que cada mañana predican las dos horas del odio, amplificando el sonido cerril
de las caceroladas, mediante la impostura apofántica, según la cual la mitad de
los españoles son malvados y una gran parte de la otra mitad, estúpidos por no
darse cuenta.
***
Por citar a
un autor tan estimado por Casado y a quien Cayetana hizo una interesante
entrevista, como Steven Pinker, nunca había habido en nuestra sociedad
tanta disposición a "esencializar a otros grupos como demonios o
alimañas". ¿Cómo puede estar sucediéndonos de nuevo esto? ¿Cómo es posible
que los españoles de hoy estemos volviendo a las terribles andadas de nuestro
pasado más cainita? ¿A qué sino fatal se debe que llevemos camino de echar por
la borda ese tesoro colectivo que fue el espíritu de concordia de la Transición?
"El
enigma no es tanto psicológico como epidemiológico", dice Pinker con
palabras que vienen doblemente al caso. "Cómo una ideología tóxica puede
propagarse desde un pequeño número de fanáticos narcisistas a una población
entera dispuesta a llevar a cabo sus planes".
No sólo nos
jugamos la eficacia sanitaria ante la pandemia y la reconstrucción económica,
sino el propio modelo de sociedad hacia el que vamos
Él mismo
aporta, como mejor indicio, la teoría de la "polarización" como
"patología del pensamiento" y recurre a la "paradoja de
Abilene" como expresión del síndrome grupal: ninguno de los miembros
de aquella familia tejana quería en realidad ir a aquel lugar tan inhóspito
como Abilene, por aquella polvorienta ruta, durante aquel caluroso mediodía,
pero todos fueron porque creían que los demás lo tenían claro. Necesitaban
pertenecer al grupo. Algo realmente cómico, si en Abilene no nos aguardaran
todos los monstruos del sueño de la razón.
En la España
actual los "fanáticos narcisistas" han generado tres ideologías
populistas que encuentran en el horror de la pandemia el caldo de cultivo idóneo
para su expansión, con el consiguiente lucro de sus promotores políticos y
mediáticos. Una de ellas forma parte, por desgracia, del Gobierno de Sánchez,
como socio minoritario; la segunda encabeza, para desdicha de los catalanes, el
Govern de la Generalitat; y la tercera condiciona y amenaza los
tres gobiernos autonómicos del PP y Ciudadanos.
La similitud
de sus expresiones y exabruptos los retrata. La tal Isa Serra llamó
"asesinos" a los policías que ejecutaban un desahucio por orden
judicial, los ventrílocuos de Vox llaman "asesinos" de forma
reiterada y explícita a los malos gestores que nos gobiernan y Joan Canadell
lo ha hecho de forma implícita al identificar a España con la
"muerte" y a Cataluña con la "vida" para argumentar
la simpleza de que con la independencia habría habido menos víctimas.
Es verdad
que la gravedad de las conductas es directamente proporcional a las posiciones
de responsabilidad de cada uno. Por eso lo que causa escalofríos es que Macarena
Olona, portavoz adjunta de Vox, hable en TVE de la "gestión
criminal del Gobierno", como si hubiera dolo, es decir, intención de
matar, en sus errores. Por eso lo estremecedor es que Meritxell Budó,
consellera y portavoz de Torra, difunda las mismas tesis del patético
presidente de la Cámara de Comercio de Barcelona.
Y mucho peor
aún que todo ello es que un vicepresidente del Gobierno como Pablo Iglesias
ataque a los jueces y pretenda defender a su pupila madrileña con el argumento
de que "protestó por un desahucio vergonzoso", cuando el motivo de su
condena es que agredió de palabra y obra a los agentes, ensañándose con las
mujeres policía, según los cánones de una singular variedad del feminismo,
empeñada en emular el más rabioso de los machismos. Pero ya se sabe que el
proceso de degradación humana no tiene límite: se empieza justificando la
violencia como forma de acción política y se termina burlando una cuarentena.
***
Una gran
mayoría de los españoles aplaudiría a Sánchez, si advirtiera a Iglesias que es
incompatible formar parte de su gobierno y arremeter contra los jueces cada vez
que no le gusten sus resoluciones; igual que una gran mayoría de los españoles
aplaudiría a Casado, si repudiara los exabruptos y amenazas a los derechos
civiles que recurrentemente formula Vox. Pero como uno y otro son prisioneros
de la aritmética allí donde gobiernan, nada de eso podrá suceder hasta que
entre ellos se cree una dinámica de colaboración que les libere del radicalismo
de los extremos.
Se empieza
justificando la violencia como forma de acción política y se termina burlando
una cuarentena
Si no hubo
gobierno de centro izquierda, si no ha habido gobierno de gran coalición, si no
habrá otros Pactos de la Moncloa, al menos que haya acuerdos parlamentarios que
incluyan las decisiones estratégicas clave para la reapertura del país y todas
las medidas que afecten a la recuperación económica, desde la famosa renta
básica hasta los presupuestos de 2021 y tal vez 2022.
Aunque
Sánchez ha aceptado el campo de juego de la comisión en el Congreso,
está por ver que a la hora de la verdad se aleje del programa de Podemos
para acercarse al del PP. Pero su apuesta formal por la búsqueda del consenso
permite y obliga al PP a ponerle a prueba, poniéndose a la vez a prueba a sí
mismo. Será el momento de demostrar si la capacidad de propuesta, concreción y
compromiso de sus jóvenes dirigentes va a la par que su vehemente e ilustrada
retórica de oposición.
En todo
caso, el dilema de Casado no es de carácter táctico sino ético. Ya que
describió el episodio del hundimiento del Titanic como si estuviera
contemplándolo desde fuera del marco de la acción, merece la pena recordarle el
dispar juicio que la posteridad ha reservado para aquel apático capitán Stanley
Lord que, a bordo del mucho más cercano SS Californian, desdeñó las
llamadas de auxilio del transatlántico, y para aquel abnegado capitán Arthur
Rostron que, a bordo del SS Carpathian, batió su propio récord de
velocidad, hasta llegar al lugar de la tragedia y lograr rescatar a más de 700
pasajeros de las aguas heladas que presagiaban su muerte segura.
Es imposible
saber si la cantidad de españoles que podrían ser salvados del negro abismo de
la enfermedad y la pobreza por esos grandes pactos, entre un PSOE que cambie el
rumbo de su navegación y un PP que le oriente y controle desde las
inmediaciones, multiplicaría esa cifra por diez, por cien, por mil o por diez
mil. Pero las citas de Pinker proceden de su penúltimo libro titulado Los
ángeles que llevamos dentro. Se refiere a la empatía, el autocontrol,
la moralidad y la razón. No me cabe ninguna duda de que esos cuatro ángeles
acompañan al Pablo Casado que, reflexionando ante el espejo, escribió el jueves
que "aquí ya hemos perdido demasiado todos" y, antes o después, nos
lo demostrará. Porque él no es Rufián.
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