Iglesia de San
Lorenzo “Diario de Sevilla”
La mujer emparedada: la leyenda sevillana que cuenta como
las campanas de San Lorenzo salvaron su vida.
·
Una historia que acaba con un final
feliz gracias a la ayuda inestimable de las campanas de San Lorenzo
Sevilla tiene infinidad de leyendas
relacionadas con sus vecinos, sus iglesias y sus calles, es una ciudad por la
que han pasado millones de personas a lo largo de su historia y poco a poco han
ido calando entre los sevillanos algunas historias que han ido pasando de
generación en generación. Hay una de ellas que está protagonizada
por un albañil, una mujer y las campanas de San Lorenzo.
Esta historia e sitúa actualmente en la calle
Marqués de la Mina que era donde viví uno de los protagonistas de la leyenda,
el albañil, Esteban Pérez. Una noche de invierno de 1868, un
hombre llamó a la puerta de Esteban para requerir sus servicios como albañil,
era un trabajo urgente y necesitaba que el joven se pusiera en marcha de
inmediato, le ofreció una cantidad considerable de dinero y Esteban cogió lo
necesario para ponerse manos a la obra.
Al ser invierno y encontrarse cerca del río,
la niebla era espesa y apenas había visibilidad, guiado por el hombre, Esteban
se dirigió hasta un carruaje que los esperaba, cuando fue a subir, el caballero
bien vestido afirmó tener que vendarle los ojos. Este imprevisto no sentó bien
al albañil que amenazó con marcharse a casa, pero en ese momento el señor que
lo había llevado hasta ahí dijo: "No puede saber el lugar de destino,
tendrá una buena recompensa por ello. Está en usted elegir entre el
oro y el plomo".
Sin ninguna opción de negociación, Esteban se
subió al vehículo con los ojos vendados y estuvieron dando vueltas por la
ciudad durante más de una hora. Transcurrido ese tiempo, el señor que lo había
amenazado previamente le ayudó a bajar del carruaje y entraron en un lugar al
que hicieron bajar a un sótano al albañil. Hasta que no
hubo llegado a ese subterráneo no le dejaron descubrirse los ojos.
Una vez que se hubo acostumbrado a la luz el
hombre le dijo "detrás de usted hay una hornacina, su misión es levantar
una pared delante y todo habrá terminado". Cuando Esteban dirigió la vista
hacia el hueco vio que había dentro de la hornacina una mujer
sentada y atada a una silla, además de amordazada. Una imagen
dantesca que se le quedó grabada en la memoria al albañil. Quería huir pero el
misterioso caballero que había solicitado sus servicio volvió a amenazarlo:
" Puede usted elegir entre el oro y el plomo". Poco podía hacer
más allá de su trabajo.
Cuando terminó le volvieron a vendar los ojos
y le prometieron que si contaba algo de lo que había visto o hecho aquella
noche moriría. Cuando llegó a casa, intranquilo y muy nervioso, no podía
dormir, terminó despertando a su mujer y Esteban no pudo hacer más que
confesarle a su esposa todo lo que había acontecido aquella noche. Ambos se
pusieron de acuerdo y decidieron ir a contar lo que había pasado al juez de
guardia, que le preguntó detalles acerca del lugar, la
mujer o el misterioso hombre que le había obligado a actuar de aquella
manera.
El albañil no tenía muchos datos en su poder
porque le habían tapado los ojos, pero recordó que cuando estaba tapiando la
pared, escuchó unas campanas cercanas que habían dado los cuartos en varias
ocasiones. Con esa pista, el juez y el matrimonio, salieron a la calle y
buscaron al maestro relojero y este les dio la pista definitiva: "la
única iglesia con reloj que marcaba los cuartos en Sevilla era la iglesia de
San Lorenzo". Al parecer nunca habían salido del barrio,
habían estado dando vueltas para despistar pero sin alejarse, ahora quedaba
localizar la casa.
Fueron casa por casa llamando a la puerta,
tras varios intentos llegaron a un domicilio al que hubo que llamar más de una
ocasión y aún así nadie acudía a abrir la puerta, y la vecina de al lado se
asomó y les dijo "no se molesten en llamar, el dueño se ha marchado
hace poco con sus maletas", no había duda, tenía que ser
allí. Derribaron la puerta, bajaron las escaleras y allí estaba la pared,
húmeda aún.
Esteban comenzó a derribar el trabajo
realizado unas horas antes y pudieron salvar a la mujer que se encontraba
sentada y amordazada, aunque la encontraron sin conocimiento, aún estaba viva.
Se trataba de la hija de un conocido confitero de Sevilla que, habiendo
conocido a un hombre que había llegado de Cuba, enriquecido por plantaciones de
caña de azúcar en la isla, se casaron. Su marido era tan celoso que le prohibió
salir y hablar con nadie y que en un ataque de celos decidió
emparedarla y huir.
El juez había dado aviso y finalmente fue
detenido en Cádiz cuando estaba a punto de embarcar hacia La Habana. Tras
la investigación, el verdugo resultó no ser un rico hacendado sino un
delincuente. Un chantajista especialista en robar a personas acaudaladas, a las
que amenazaba con denunciarlas falsamente si no accedían a sus chantajes y le
pagaban el dinero que les pedía.
Increíble pero cierto, esta leyenda sevillana
acaba con un final feliz ya que se hizo justicia y la
mujer emparedada viva no murió, gracias a la buena obra del albañil y a las
campanas de la iglesia de San Lorenzo que fueron la pista fundamental para
encontrar la casa donde acontecieron los hechos.
Pinceladas de humor.
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